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La razón de escribir


Pareciera que las cosas ocurren tres veces, cuando las vives, cuando las cuentas y cuando las escribes.

Cuando las vives estas tan ocupado siendo protagonista de la historia que no tienes tiempo si quiera de comprender la dimensión de lo que te sucede. La adrenalina, el miedo, la pasión, el desquicio, la vehemencia, el asco, la náusea, la rabia, provocan en ti una cadena de reacciones  instintivas, un comportamiento de cuya intensidad y trascendencia no puedes ser consciente de inmediato.

Después, mientras relatas los hechos a un amigo – echando mano de las primeras palabras que se te ocurren para reconstruir cada acción y sensación vividas--, van apareciendo nuevos detalles de la experiencia original. Son datos camuflados en el inconsciente pero que, de un instante a otro, simplemente se dejan ver, igual que esas estrellas que permanecen ocultas detrás de un banco de nubes y que, de repente, cuando el viento desviste el cielo con un inesperado soplido, pum, se dejan ver.



Pero tampoco basta con relatar el pasado para entenderlo. La reconstrucción verbal le confiere al pasado una existencia provisional, pero que luego de un tiempo se diluye y desvanece. Con algo de suerte, fragmentos de él quedarán disgregados en un eco, como una lejana bulla condenada a desaparecer.



No obstante, cuando un mismo acontecimiento – ya vivido y contado-  pasa por el proceso de la escritura, recobra todo su peso inicial, e incluso es posible que adopte quiebres, matices y detalles que quizá no tuvo, pero que la memoria, libre, autónoma y coqueta, se los da.

Al ser dotados de la dignidad de una página en blanco, sobre la que quedarán eternizados, los hechos dejan de ser anécdotas verbales, adquieren un volumen y ocupan (otra vez , pero ahora de modo definitivo) un espacio físico en el mundo concreto.

Es recién ahí, desde esa superficie palpable, desde esa pantalla visible, que los hechos resucitan y se nos revelan como vivencias fundadas, dejándonos comprender algo de su importancia, su trascendencia, su magnitud.

Tal vez la finalidad de la escritura sea darle sentido y consistencia a una realidad que ya se evaporó y que, muy a pesar de nosotros, no puede ser clonada totalmente.

Tal vez un hombre no sabe nada de lo que le sucede, hasta que lo escribe. Y en ese momento, es cuando recién puede darse el lujo de comenzar a entender.

Me he dado cuenta de eso, por eso escribo, por eso traslado de mi mente al papel, pasando por mi lengua, todo lo que considero importante, pero aún mas, lo que considero que necesito entender.




Comentarios

  1. Es posible considerar cada palabra escrita y lo grandioso que puede ser plasmar cada hecho significativo,.

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